El 8 de mayo de 1980, cerca de las seis de la mañana, un
grupo de soldados entró, tirando balazos, al caserío El Rincón, cantón
Manaquil, en el municipio de Trinidad. Los hombres, jefes de hogar, no
estaban en el pueblo, pues hacía poco más de una hora que habían partido
a trabajar al campo. Al no encontrarlos, los miembros del Ejército
decidieron atacar a las mujeres, ya que, para ellos, todas eran esposas o
parientes de campesinos guerrilleros.
Al iniciar el tiroteo, mujeres y niños corrieron a
buscar un escondite. Sin embargo, los soldados tomaron a seis de las
campesinas (entre ellas, dos embarazadas) y se las llevaron al río.
Allí, las forzaron a desnudarse y las violaron. No conformes, abrieron
el vientre de las embarazadas, extirparon a sus bebés y las quemaron; a
las otras cuatro las ahorcaron en un árbol de naranjo.
Estas y otras atrocidades fueron narradas, en el primer
caso presentado al Tribunal, por Rosaura y Alejandra Rivera, quienes
lograron esconderse dentro de un tabanco para maicillo que tenían en la
cocina. Antes de ocultarse, lograron ver el rostro de uno de los
soldados. “Juan Chato (…) era conocido de nosotros porque era yerno de
un tío mío. Pero como había estado en el cuartel 18 meses, cuando
regresó era un asesino (…) A toda mi familia la mataron ese día (…) Con
el Señor y San Antonio nos libramos”, atestiguó Rosaura Rivera. Al
terminar su relato, aseguró al Tribunal que Chato sigue vivo y reside en
Belice.
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